Guaraní, más que un idioma
El Guaraní en el escenario lingüístico del Paraguay
Carolina Rodríguez-Alcalá
Guaraní, español y otras lenguas
La situación lingüística en el Paraguay se destaca en el
contexto de los países latinoamericanos por el predominio del guaraní,
lengua de origen indígena hablada por aproximadamente 90% de la
población nacional.
El uso del guaraní es muy evidente en las conversaciones en las
calles, tiendas, bares, en programas de radio, televisión, en
periódicos, revistas y otras publicaciones.
Existen connotaciones de clase asociadas al uso de una u otra
lengua, pero esas fronteras no parecen rígidas ni son muy evidentes: el
guaraní es la lengua de las personas comunes, amas de casa,
comerciantes, profesionales liberales, intelectuales, políticos etc. Es
decir, a diferencia de otras regiones como Perú, Bolivia o Brasil, en
donde las lenguas indígenas que sobrevivieron al proceso colonial están
en gran medida limitadas a las áreas rurales y a los grupos indígenas o a
ciertas minorías mestizas más pobres, en Paraguay el guaraní es la
lengua de una porción mayoritaria de la sociedad. Ilustremos con algunos
números las dimensiones de ese fenómeno a nivel nacional:
Regionalmente, existen contrastes importantes en lo que se
refiere a los índices de bilingüismo, que varía drásticamente entre el
Departamento Central, en donde se sitúa la capital, que cuenta con una
mayoría (87%) que habla también español, y el interior del país, en
donde el porcentaje de los que hablan exclusivamente guaraní es muy
alto, llegando al 79%. Hay que considerar también la importancia
regional considerable de algunas lenguas de inmigración, como el alemán y
el platt deustch de las colonias menonitas instaladas en el país a
principios del siglo XX, el portugués de los colonos brasileños
concentrados en la región fronteriza con el Brasil o el coreano.
Las principales características de la situación lingüística
paraguaya pueden resumirse, así, al predominio del guaraní y al bajo
porcentaje de monolingüismo español, que se verifica en todas las
regiones, y a la presencia en algunas de ellas de otras lenguas de
inmigración.
poco de historia
El predominio del guaraní sobre el español es una
constante en el Paraguay desde los primeros tiempos de la colonización
española, iniciada en 1537, con la fundación de Asunción.
En pocos años la lengua de los habitantes nativos sería adoptada
por los conquistadores españoles y sus hijos mestizos; éstos muy pronto
alcanzarían un número seis veces mayor al de los españoles “las gentes
nacidas en España se van acabando en esta tierra”, decía un cronista
hacia 1594 (cf. Meliá 1992).
La sociedad que resultó de ese proceso no fue, sin embargo, una
sociedad bilingüe español-guaraní, sino una sociedad mayoritariamente
monolingüe guaraní, con una pequeña elite que hablaba también español,
situación que permanecería sin cambios substanciales a lo largo de todo
el período colonial y se extendería al siglo XIX. De acuerdo con los
documentos históricos, el español era “hablado y comprendido solamente
por los más cultos” (Cf. Azara apud Meliá 1992) lo que por regla excluía
a las mujeres, que no iban a la escuela y utilizado, básicamente, en la
administración pública y en el diálogo con los extranjeros.
A lo largo del siglo XX se constata una mayor difusión del
español y la llegada de otras lenguas de inmigración como fenómenos
importantes en el escenario lingüístico nacional pero, como lo indican
las estadísticas, la situación mayoritaria del guaraní, menor en las
principales ciudades y en la capital, y minoritaria del español, extrema
en el interior del país, en gran medida se mantiene.
Variedades de guaraní
Cuando hablamos del predominio del guaraní en
Paraguay es muy importante distinguir algunas variedades principales
que se constituyeron a partir de la colonización española: a) el guaraní
de los indios que no se integraron a la sociedad colonial ni a los
pueblos de indios administrados por los misioneros;
b) el guaraní de los pueblos de indios administrados por los franciscanos o por el clero secular; |
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c) el guaraní de los pueblos jesuitas;
d) el guaraní de la sociedad colonial mestiza, caracterizado por
el contacto con el español. Es esta última variedad, que cronistas y
viajantes describían como una “corrupción” producida por la “mezcla” de
guaraní y español e, incluso, como una “tercera lengua” (Cf.
Dobrizhoffer 1784 apud Meliá 1992: 60), la que dio lugar al guaraní
mayoritario de la sociedad actual, también conocido como jopara
(“mezcla”, en guaraní), lo que sigue dando lugar al prejuicio de que los
paraguayos “hablan mal” su lengua. Esa variedad no debe por lo tanto
ser confundida con el guaraní de los indígenas que permanecieron como
comunidades diferenciadas, que no llegan hoy al 1% de la población, ni
con las variedades de los referidos pueblos de indios, que
desaparecieron en cuanto tales con el fin de esos pueblos entre los
siglos XVIII y XIX. La historia, el desarrollo y las características
lingüísticas de esas variedades son muy diferentes y ya en el siglo
XVIII producían problemas de comprensión entre sus hablantes.
Escritura en guaraní
La escritura en guaraní fue creada en el siglo XVI por los
misioneros franciscanos, que realizaron también los primeros trabajos
gramaticales y traducciones de obras religiosas a esa lengua. El nombre
de mayor destaque es el del fraile Luis de Bolaños (ca. 1549-1629),
autor del primer catecismo en guaraní; el último catecismo escrito en
guaraní del período colonial, publicado en el año 1800, fue también
escrito por un franciscano, el fraile José Bernal.
Con la instalación de la Compañía de Jesús en Paraguay a
principios del siglo XVII y la creación de los pueblos de las misiones,
los jesuitas desarrollaron ese trabajo gramatical y realizaron numerosas
traducciones de textos religiosos al guaraní (catecismos, manuales de
confesión, sermones, entre otros), muchos de los cuales permanecen
inéditos. Podemos citar, entre los principales autores, a los padres
Alonso de Aragona (1585-1629), Antonio Ruiz de Montoya (1585-1652) y
Paulo Restivo (1658-1740).
La finalidad de ese trabajo gramatical era el aprendizaje de la
lengua por parte de los misioneros extranjeros y la traducción de la
doctrina cristiana, para posibilitar la comunicación cotidiana con los
indios y su instrucción religiosa, uno de los instrumentos para el
control político de los mismos en el contexto colonial. A pesar de
cierta apreciación positiva de los misioneros en lo relativo al guaraní,
que describían como lengua de “gran artificio” y “elegancia”, su
objetivo nunca fue cultivarlo como valor cultural a ser preservado,
fijando un modelo de corrección a ser adoptado por los hablantes de la
lengua, como fue el caso de las primeras gramáticas de las lenguas
vernáculas europeas elaboradas hacia la misma época, en el contexto del
proceso de constitución de los Estados nacionales a partir del
Renacimiento. Eso confiere a la escritura en guaraní un papel limitado,
instrumental, en cuanto subsidio para la comunicación oral; debemos
considerar que incluso los textos religiosos traducidos al guaraní no
estaban destinados a ser leídos por los indios, sino transmitidos
oralmente a ellos, que debían escucharlos, repetirlos en voz alta y
memorizarlos.
En ese sentido, no hubo, estrictamente hablando, escritores en
guaraní, sino más bien copistas y traductores cuyo trabajo estaba
orientado al misionero extranjero y no a los locutores de la lengua,
mantenidos al margen de la escritura. Los jesuitas llegaron a
alfabetizar a los indios (a una pequeña elite), incluso en castellano y
en latín, pero, como nos cuenta un misionero de la época, “no para que
lleguen a hablar o entender el castellano o el latín, sino para que
sepan cantar en coro canciones en estos idiomas y para que los niños que
nos sirvan puedan leernos lecturas españolas o latinas en alta voz,
durante las comidas en el refectorio” (Anton Sepp apud Rodríguez Molas
1985: 102). En cuanto a la escritura en guaraní, los indios
alfabetizados se limitaban a traducir o a reescribir en guaraní el
discurso que los misioneros debían transmitir oralmente a los demás
indios. Ese control de la práctica de la escritura responde al proyecto
político instituido en las misiones, fundamentado en una relación de
estricta subordinación del indio al misionero, y a la imagen que los
jesuitas tenían de los indios, a quienes consideraban como seres que
debían ser tutelados.
A pesar de las señaladas limitaciones, la escritura en guaraní a
lo largo de todo el período colonial, y aún posteriormente, no
constituyó una práctica corriente sino en los pueblos indígenas
administrados por los misioneros, incluyendo los pueblos administrados
por los franciscanos o por el clero secular, en los cuales el guaraní
también era la única lengua hablada y utilizada en los documentos
administrativos.
La escritura en la sociedad paraguaya, salvo muy pocas
excepciones, comenzaría durante la guerra emprendida por el Paraguay
contra la Triple Alianza (de Argentina, Brasil y Uruguay), en los
periódicos editados en las trincheras (Cabichuí, Cacique Lambaré, El
Centinela, La Estrella), escritos en español pero con algunos trechos en
guaraní. Posteriormente, a partir de las primeras décadas del siglo XX,
surgen diversos autores en guaraní que toman como tema, principalmente,
las tradiciones populares, el folclore: poemas, obras de teatro y
recopilaciones de dichos populares. El volumen de la producción en prosa
es, hasta hoy, relativamente pequeño. La primera novela en guaraní es
de los años 1980. Encontramos también traducciones de autores clásicos
de la literatura mundial. A partir de los años 1940 surge una serie de
publicaciones de gramáticas y diccionarios de guaraní, política
editorial que se intensificaría en de los años 1980 y 1990, con la
aparición de nuevas gramáticas y diccionarios bilingües español-guaraní
y, más recientemente, del primer diccionario monolingüe guaraní-guaraní.
La mayor parte de esos textos, sin embargo, no registra en
realidad la lengua hablada por la sociedad paraguaya (el jopara), sino
una lengua supuestamente “más pura” que muy pocos conocen. Además, parte
de esa producción escrita responde a un esfuerzo político de hacer del
guaraní “una lengua pública”, por lo tanto escrita, formal (Cf. ítem 6).
Pero a pesar de esa actitud voluntariosa de transformar el estatuto
real del guaraní (citemos, por ejemplo, la traducción de la Constitución
Nacional de 1992 a esa lengua), el mismo sigue, en cuanto fenómeno
social, desempeñando las funciones de una lengua oral, de la esfera
privada/familiar (aún cuando pueda ser utilizado en público y en
situaciones formales, como puede ocurrir, por ejemplo, en los tribunales
o en las sesiones del Congreso Nacional; trátase, en esos casos, del
recurso a un discurso íntimo en ese ámbito formal).
Nacionalismo y guaraní: la cuestión de la “identidad nacional”
Otra de las características de la situación lingüística
paraguaya que merece destaque es la existencia de ciertos discursos que
exaltan el guaraní como elemento “esencial” de la llamada identidad
nacional y le atribuyen supuestas características “excepcionales”, como
la de ser una lengua “más expresiva”, “más adecuada para la expresión de
las emociones”. Tales discursos surgieron a principios del siglo XX, en
el contexto del americanismo, o novomundismo, movimiento muy difundido
en América Latina a partir de esa época, que proponía la superación de
los prejuicios colonialistas (cientificistas) según los cuales las
culturas indígenas son “inferiores” y deben ser erradicadas. Lo que
llama la atención en el caso del guaraní es el alcance social y político
que esos discursos tuvieron en Paraguay. Limitada inicialmente a los
debates entre intelectuales, como en los demás países latinoamericanos,
la cuestión de la “reivindicación” y de la “defensa” de la lengua
indígena se extendió al discurso de los hablantes comunes, que se dicen
“orgullosos” de hablar guaraní, y pasó a ser asumida por los discursos
oficiales de los gobiernos, que a partir de las décadas de 1940 y 1950
pasaron a adoptar políticas de “promoción” de la lengua, que
desembocarían, aunque no sin críticas y modificaciones, en la política
lingüística actual (Cf. ítem 6). Los enunciados de apología más
exaltados de hace algunas décadas fueron, en general, superados, pero la
definición del guaraní como “esencia de la nación” y como “lengua del
corazón” siguen vigentes en muchos discursos y en los documentos
oficiales sobre la lengua.
A raíz de esa situación, la realidad lingüística en Paraguay es
frecuentemente conocida como ejemplo de superación de los prejuicios
colonialistas y de reivindicación exitosa de la lengua popular;
contribuyeron, para crear esa imagen, algunos estudios sociolingüísticos
realizados en los años 1950 y 1960, sobre las “actitudes” de los
paraguayos hacia su lengua, considerados hasta hoy una referencia sobre
el guaraní (Cf. Paul Garvin y Madeleine Mathiot 1956; José Pedro Rona
1966, y Joan Rubin 1968).
Un análisis cuidadoso, sin embargo, muestra que tales discursos
reproducen, aunque muchas veces de manera bien intencionada, elementos
de un nacionalismo dogmático, xenófobo y militarista, cuya
característica principal es definir la nación como una “esencia” a ser
“defendida” contra el “peligro extranjero”; no es una mera coincidencia
que esos discursos hayan sido asumidos oficialmente y reforzados en los
años 1950, época que coincide con el inicio de la dictadura militar del
Gral. Alfredo Stroessner (1954-1989) (Cf. Rodríguez-Alcalá 2000). Además
de las alusiones militaristas que persisten en los discursos actuales,
que exaltan el “papel del guaraní en las guerras” y en la “defensa
nacional”, al identificarlo con la “esencia” de la nación tales
discursos excluyen a los que no hablan esa lengua y también forman
también parte de la sociedad nacional, muchas veces referidos como un
“peligro”. Por otra parte, la difundida definición del guaraní como
lengua “del corazón”, por oposición al español, lengua “de la razón”,
del “intelecto”, además de constatar el uso privado, íntimo del guaraní,
reproduce cierta visión colonialista que define la cultura a partir del
concepto cientificista de “evolución”, que se asocia
(contradictoriamente) al desarrollo de la “racionalidad”: afirmar que el
guaraní es la “lengua de los afectos” significa definirlo como lengua
“primitiva”, frente a la “evolución” de una lengua “racional” como el
español, lo que mantine la referida visión cientificista de las culturas
que se dice muchas veces superada (Cf. Rodríguez-Alcalá 2000).
Si la lengua es un elemento importante de identificación de los
individuos, es fundamental considerar que la llamada “identidad
cultural” de una nación no es algo homogéneo ni estático, sino
constituido por elementos heterogéneos, que están en constante
movimiento y reformulación. A pesar del gran significado simbólico y
político del guaraní en la sociedad paraguaya, por lo tanto, es
importante reconocer que esa sociedad habla también otras lenguas y que
esa diversidad merece reconocimiento.
Política lingüística actual
La sobrevivencia del guaraní ha sido históricamente considerada
como un factor negativo, responsable por los problemas políticos y
económicos de la sociedad paraguaya. Las políticas oficiales han siempre
buscado, aunque sin mucho éxito, erradicarlo. Hasta hace algunas
décadas se castigaba, incluso físicamente, a los niños que hablaran
guaraní en las escuelas, y el prejuicio contra el hablante de guaraní
(sobretodo, contra el hablante monolingüe) ha dado lugar al término
“guarango”, como sinónimo de persona grosera y sin educación.
Debe ser comprendida en ese contexto la política lingüística
actual que, apoyada en ciertos discursos muy difundidos sobre el
“derecho a la lengua materna”, ha sido instituida como una crítica a los
referidos prejuicios y un modo de subsanar las dificultades concretas
que la mayoría de los niños, cuya lengua materna es el guaraní,
encontraba al llegar a la escuela y ser alfabetizada en español. Un
marco decisivo fue la Constitución Nacional de 1992, que declaró el
guaraní como lengua oficial, junto al español, y estableció la
obligatoriedad de la alfabetización bilingüe (guaraní/ español) en las
escuelas.
Más allá de las dificultades prácticas que enfrenta (el
desarrollo de un lenguaje escrito/formal en guaraní, la capacitación de
profesores y la producción de material didáctico, entre otras), y sin
discutir el mérito de esa política de “derecho a la lengua”, cabe
señalar algunas contradicciones internas que la misma presenta. Por un
lado, no es la lengua materna de la mayoría, el jopara, la lengua
adoptada por esa política, ya que ésta es considerada una mezcla
indeseable a ser erradicada, en nombre de un supuesto guaraní más puro;
por ello, no sólo los prejuicios contra la lengua hablada se mantienen
como, por otro lado, las dificultades que los niños hablantes de guaraní
enfrentan al ingresar a la escuela persisten.
Es temprano, sin embargo, para evaluar los resultados que esa
política podrá tener sobre el desarrollo de la lengua, lo que dependerá
sobretodo del acceso real que sus hablantes tengan a la educación y a
los medios para “cultivarla”. La historia dirá…
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