miércoles, 14 de agosto de 2013


Guaraní, más que un idioma

El Guaraní en el escenario lingüístico del Paraguay
Carolina Rodríguez-Alcalá

Guaraní, español y otras lenguas
La situación lingüística en el Paraguay se destaca en el contexto de los países latinoamericanos por el predominio del guaraní, lengua de origen indígena hablada por aproximadamente 90% de la población nacional.



El uso del guaraní es muy evidente en las conversaciones en las calles, tiendas, bares, en programas de radio, televisión, en periódicos, revistas y otras publicaciones.
Existen connotaciones de clase asociadas al uso de una u otra lengua, pero esas fronteras no parecen rígidas ni son muy evidentes: el guaraní es la lengua de las personas comunes, amas de casa, comerciantes, profesionales liberales, intelectuales, políticos etc. Es decir, a diferencia de otras regiones como Perú, Bolivia o Brasil, en donde las lenguas indígenas que sobrevivieron al proceso colonial están en gran medida limitadas a las áreas rurales y a los grupos indígenas o a ciertas minorías mestizas más pobres, en Paraguay el guaraní es la lengua de una porción mayoritaria de la sociedad. Ilustremos con algunos números las dimensiones de ese fenómeno a nivel nacional:



Regionalmente, existen contrastes importantes en lo que se refiere a los índices de bilingüismo, que varía drásticamente entre el Departamento Central, en donde se sitúa la capital, que cuenta con una mayoría (87%) que habla también español, y el interior del país, en donde el porcentaje de los que hablan exclusivamente guaraní es muy alto, llegando al 79%. Hay que considerar también la importancia regional considerable de algunas lenguas de inmigración, como el alemán y el platt deustch de las colonias menonitas instaladas en el país a principios del siglo XX, el portugués de los colonos brasileños concentrados en la región fronteriza con el Brasil o el coreano.
Las principales características de la situación lingüística paraguaya pueden resumirse, así, al predominio del guaraní y al bajo porcentaje de monolingüismo español, que se verifica en todas las regiones, y a la presencia en algunas de ellas de otras lenguas de inmigración.



poco de historia
El predominio del guaraní sobre el español es una constante en el Paraguay desde los primeros tiempos de la colonización española, iniciada en 1537, con la fundación de Asunción.
En pocos años la lengua de los habitantes nativos sería adoptada por los conquistadores españoles y sus hijos mestizos; éstos muy pronto alcanzarían un número seis veces mayor al de los españoles “las gentes nacidas en España se van acabando en esta tierra”, decía un cronista hacia 1594 (cf. Meliá 1992).
La sociedad que resultó de ese proceso no fue, sin embargo, una sociedad bilingüe español-guaraní, sino una sociedad mayoritariamente monolingüe guaraní, con una pequeña elite que hablaba también español, situación que permanecería sin cambios substanciales a lo largo de todo el período colonial y se extendería al siglo XIX. De acuerdo con los documentos históricos, el español era “hablado y comprendido solamente por los más cultos” (Cf. Azara apud Meliá 1992) lo que por regla excluía a las mujeres, que no iban a la escuela y utilizado, básicamente, en la administración pública y en el diálogo con los extranjeros.
A lo largo del siglo XX se constata una mayor difusión del español y la llegada de otras lenguas de inmigración como fenómenos importantes en el escenario lingüístico nacional pero, como lo indican las estadísticas, la situación mayoritaria del guaraní, menor en las principales ciudades y en la capital, y minoritaria del español, extrema en el interior del país, en gran medida se mantiene.

Variedades de guaraní


Cuando hablamos del predominio del guaraní en Paraguay es muy importante distinguir algunas variedades principales que se constituyeron a partir de la colonización española: a) el guaraní de los indios que no se integraron a la sociedad colonial ni a los pueblos de indios administrados por los misioneros;
b) el guaraní de los pueblos de indios administrados por los franciscanos o por el clero secular;

c) el guaraní de los pueblos jesuitas;
d) el guaraní de la sociedad colonial mestiza, caracterizado por el contacto con el español. Es esta última variedad, que cronistas y viajantes describían como una “corrupción” producida por la “mezcla” de guaraní y español e, incluso, como una “tercera lengua” (Cf. Dobrizhoffer 1784 apud Meliá 1992: 60), la que dio lugar al guaraní mayoritario de la sociedad actual, también conocido como jopara (“mezcla”, en guaraní), lo que sigue dando lugar al prejuicio de que los paraguayos “hablan mal” su lengua. Esa variedad no debe por lo tanto ser confundida con el guaraní de los indígenas que permanecieron como comunidades diferenciadas, que no llegan hoy al 1% de la población, ni con las variedades de los referidos pueblos de indios, que desaparecieron en cuanto tales con el fin de esos pueblos entre los siglos XVIII y XIX. La historia, el desarrollo y las características lingüísticas de esas variedades son muy diferentes y ya en el siglo XVIII producían problemas de comprensión entre sus hablantes.
Escritura en guaraní
La escritura en guaraní fue creada en el siglo XVI por los misioneros franciscanos, que realizaron también los primeros trabajos gramaticales y traducciones de obras religiosas a esa lengua. El nombre de mayor destaque es el del fraile Luis de Bolaños (ca. 1549-1629), autor del primer catecismo en guaraní; el último catecismo escrito en guaraní del período colonial, publicado en el año 1800, fue también escrito por un franciscano, el fraile José Bernal.
Con la instalación de la Compañía de Jesús en Paraguay a principios del siglo XVII y la creación de los pueblos de las misiones, los jesuitas desarrollaron ese trabajo gramatical y realizaron numerosas traducciones de textos religiosos al guaraní (catecismos, manuales de confesión, sermones, entre otros), muchos de los cuales permanecen inéditos. Podemos citar, entre los principales autores, a los padres Alonso de Aragona (1585-1629), Antonio Ruiz de Montoya (1585-1652) y Paulo Restivo (1658-1740).
La finalidad de ese trabajo gramatical era el aprendizaje de la lengua por parte de los misioneros extranjeros y la traducción de la doctrina cristiana, para posibilitar la comunicación cotidiana con los indios y su instrucción religiosa, uno de los instrumentos para el control político de los mismos en el contexto colonial. A pesar de cierta apreciación positiva de los misioneros en lo relativo al guaraní, que describían como lengua de “gran artificio” y “elegancia”, su objetivo nunca fue cultivarlo como valor cultural a ser preservado, fijando un modelo de corrección a ser adoptado por los hablantes de la lengua, como fue el caso de las primeras gramáticas de las lenguas vernáculas europeas elaboradas hacia la misma época, en el contexto del proceso de constitución de los Estados nacionales a partir del Renacimiento. Eso confiere a la escritura en guaraní un papel limitado, instrumental, en cuanto subsidio para la comunicación oral; debemos considerar que incluso los textos religiosos traducidos al guaraní no estaban destinados a ser leídos por los indios, sino transmitidos oralmente a ellos, que debían escucharlos, repetirlos en voz alta y memorizarlos.




En ese sentido, no hubo, estrictamente hablando, escritores en guaraní, sino más bien copistas y traductores cuyo trabajo estaba orientado al misionero extranjero y no a los locutores de la lengua, mantenidos al margen de la escritura. Los jesuitas llegaron a alfabetizar a los indios (a una pequeña elite), incluso en castellano y en latín, pero, como nos cuenta un misionero de la época, “no para que lleguen a hablar o entender el castellano o el latín, sino para que sepan cantar en coro canciones en estos idiomas y para que los niños que nos sirvan puedan leernos lecturas españolas o latinas en alta voz, durante las comidas en el refectorio” (Anton Sepp apud Rodríguez Molas 1985: 102). En cuanto a la escritura en guaraní, los indios alfabetizados se limitaban a traducir o a reescribir en guaraní el discurso que los misioneros debían transmitir oralmente a los demás indios. Ese control de la práctica de la escritura responde al proyecto político instituido en las misiones, fundamentado en una relación de estricta subordinación del indio al misionero, y a la imagen que los jesuitas tenían de los indios, a quienes consideraban como seres que debían ser tutelados.

A pesar de las señaladas limitaciones, la escritura en guaraní a lo largo de todo el período colonial, y aún posteriormente, no constituyó una práctica corriente sino en los pueblos indígenas administrados por los misioneros, incluyendo los pueblos administrados por los franciscanos o por el clero secular, en los cuales el guaraní también era la única lengua hablada y utilizada en los documentos administrativos.
La escritura en la sociedad paraguaya, salvo muy pocas excepciones, comenzaría durante la guerra emprendida por el Paraguay contra la Triple Alianza (de Argentina, Brasil y Uruguay), en los periódicos editados en las trincheras (Cabichuí, Cacique Lambaré, El Centinela, La Estrella), escritos en español pero con algunos trechos en guaraní. Posteriormente, a partir de las primeras décadas del siglo XX, surgen diversos autores en guaraní que toman como tema, principalmente, las tradiciones populares, el folclore: poemas, obras de teatro y recopilaciones de dichos populares. El volumen de la producción en prosa es, hasta hoy, relativamente pequeño. La primera novela en guaraní es de los años 1980. Encontramos también traducciones de autores clásicos de la literatura mundial. A partir de los años 1940 surge una serie de publicaciones de gramáticas y diccionarios de guaraní, política editorial que se intensificaría en de los años 1980 y 1990, con la aparición de nuevas gramáticas y diccionarios bilingües español-guaraní y, más recientemente, del primer diccionario monolingüe guaraní-guaraní.



La mayor parte de esos textos, sin embargo, no registra en realidad la lengua hablada por la sociedad paraguaya (el jopara), sino una lengua supuestamente “más pura” que muy pocos conocen. Además, parte de esa producción escrita responde a un esfuerzo político de hacer del guaraní “una lengua pública”, por lo tanto escrita, formal (Cf. ítem 6). Pero a pesar de esa actitud voluntariosa de transformar el estatuto real del guaraní (citemos, por ejemplo, la traducción de la Constitución Nacional de 1992 a esa lengua), el mismo sigue, en cuanto fenómeno social, desempeñando las funciones de una lengua oral, de la esfera privada/familiar (aún cuando pueda ser utilizado en público y en situaciones formales, como puede ocurrir, por ejemplo, en los tribunales o en las sesiones del Congreso Nacional; trátase, en esos casos, del recurso a un discurso íntimo en ese ámbito formal).

Nacionalismo y guaraní: la cuestión de la “identidad nacional”
Otra de las características de la situación lingüística paraguaya que merece destaque es la existencia de ciertos discursos que exaltan el guaraní como elemento “esencial” de la llamada identidad nacional y le atribuyen supuestas características “excepcionales”, como la de ser una lengua “más expresiva”, “más adecuada para la expresión de las emociones”. Tales discursos surgieron a principios del siglo XX, en el contexto del americanismo, o novomundismo, movimiento muy difundido en América Latina a partir de esa época, que proponía la superación de los prejuicios colonialistas (cientificistas) según los cuales las culturas indígenas son “inferiores” y deben ser erradicadas. Lo que llama la atención en el caso del guaraní es el alcance social y político que esos discursos tuvieron en Paraguay. Limitada inicialmente a los debates entre intelectuales, como en los demás países latinoamericanos, la cuestión de la “reivindicación” y de la “defensa” de la lengua indígena se extendió al discurso de los hablantes comunes, que se dicen “orgullosos” de hablar guaraní, y pasó a ser asumida por los discursos oficiales de los gobiernos, que a partir de las décadas de 1940 y 1950 pasaron a adoptar políticas de “promoción” de la lengua, que desembocarían, aunque no sin críticas y modificaciones, en la política lingüística actual (Cf. ítem 6). Los enunciados de apología más exaltados de hace algunas décadas fueron, en general, superados, pero la definición del guaraní como “esencia de la nación” y como “lengua del corazón” siguen vigentes en muchos discursos y en los documentos oficiales sobre la lengua.
A raíz de esa situación, la realidad lingüística en Paraguay es frecuentemente conocida como ejemplo de superación de los prejuicios colonialistas y de reivindicación exitosa de la lengua popular; contribuyeron, para crear esa imagen, algunos estudios sociolingüísticos realizados en los años 1950 y 1960, sobre las “actitudes” de los paraguayos hacia su lengua, considerados hasta hoy una referencia sobre el guaraní (Cf. Paul Garvin y Madeleine Mathiot 1956; José Pedro Rona 1966, y Joan Rubin 1968).
Un análisis cuidadoso, sin embargo, muestra que tales discursos reproducen, aunque muchas veces de manera bien intencionada, elementos de un nacionalismo dogmático, xenófobo y militarista, cuya característica principal es definir la nación como una “esencia” a ser “defendida” contra el “peligro extranjero”; no es una mera coincidencia que esos discursos hayan sido asumidos oficialmente y reforzados en los años 1950, época que coincide con el inicio de la dictadura militar del Gral. Alfredo Stroessner (1954-1989) (Cf. Rodríguez-Alcalá 2000). Además de las alusiones militaristas que persisten en los discursos actuales, que exaltan el “papel del guaraní en las guerras” y en la “defensa nacional”, al identificarlo con la “esencia” de la nación tales discursos excluyen a los que no hablan esa lengua y también forman también parte de la sociedad nacional, muchas veces referidos como un “peligro”. Por otra parte, la difundida definición del guaraní como lengua “del corazón”, por oposición al español, lengua “de la razón”, del “intelecto”, además de constatar el uso privado, íntimo del guaraní, reproduce cierta visión colonialista que define la cultura a partir del concepto cientificista de “evolución”, que se asocia (contradictoriamente) al desarrollo de la “racionalidad”: afirmar que el guaraní es la “lengua de los afectos” significa definirlo como lengua “primitiva”, frente a la “evolución” de una lengua “racional” como el español, lo que mantine la referida visión cientificista de las culturas que se dice muchas veces superada (Cf. Rodríguez-Alcalá 2000).
Si la lengua es un elemento importante de identificación de los individuos, es fundamental considerar que la llamada “identidad cultural” de una nación no es algo homogéneo ni estático, sino constituido por elementos heterogéneos, que están en constante movimiento y reformulación. A pesar del gran significado simbólico y político del guaraní en la sociedad paraguaya, por lo tanto, es importante reconocer que esa sociedad habla también otras lenguas y que esa diversidad merece reconocimiento.

Política lingüística actual
La sobrevivencia del guaraní ha sido históricamente considerada como un factor negativo, responsable por los problemas políticos y económicos de la sociedad paraguaya. Las políticas oficiales han siempre buscado, aunque sin mucho éxito, erradicarlo. Hasta hace algunas décadas se castigaba, incluso físicamente, a los niños que hablaran guaraní en las escuelas, y el prejuicio contra el hablante de guaraní (sobretodo, contra el hablante monolingüe) ha dado lugar al término “guarango”, como sinónimo de persona grosera y sin educación.
Debe ser comprendida en ese contexto la política lingüística actual que, apoyada en ciertos discursos muy difundidos sobre el “derecho a la lengua materna”, ha sido instituida como una crítica a los referidos prejuicios y un modo de subsanar las dificultades concretas que la mayoría de los niños, cuya lengua materna es el guaraní, encontraba al llegar a la escuela y ser alfabetizada en español. Un marco decisivo fue la Constitución Nacional de 1992, que declaró el guaraní como lengua oficial, junto al español, y estableció la obligatoriedad de la alfabetización bilingüe (guaraní/ español) en las escuelas.



Más allá de las dificultades prácticas que enfrenta (el desarrollo de un lenguaje escrito/formal en guaraní, la capacitación de profesores y la producción de material didáctico, entre otras), y sin discutir el mérito de esa política de “derecho a la lengua”, cabe señalar algunas contradicciones internas que la misma presenta. Por un lado, no es la lengua materna de la mayoría, el jopara, la lengua adoptada por esa política, ya que ésta es considerada una mezcla indeseable a ser erradicada, en nombre de un supuesto guaraní más puro; por ello, no sólo los prejuicios contra la lengua hablada se mantienen como, por otro lado, las dificultades que los niños hablantes de guaraní enfrentan al ingresar a la escuela persisten.
Es temprano, sin embargo, para evaluar los resultados que esa política podrá tener sobre el desarrollo de la lengua, lo que dependerá sobretodo del acceso real que sus hablantes tengan a la educación y a los medios para “cultivarla”. La historia dirá…

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